martes, 3 de mayo de 2011

"Dios es cruel" resumen de la sesión de "Lamentaciones de un prepucio"

La sesión, una de las más numerosas, estuvo guiada por Leonardo, al que agradecemos su participación, sin ella la sesión no hubiera sido tan enriquecedora para todos, quien llegó acompañado de dos invitados: Juan Carlos Enkabo, miembro vocal de Tarbut Sefarad de Sevilla, estudioso e investigador de las tres grandes religiones monoteístas y Jonathan Rafael Balling, alumno Erasmus en Sevilla para su trabajo de Literatura Judía Comparada para la Eberhard Karls Universität, de Tübingen, Alemania.

En la primera parte de la misma cada uno de nosotros comentó sus impresiones sobre el libro. Es curioso cómo vemos la misma lectura desde puntos de vista tan diferentes, pero eso a la vez nos enriquece. Otras veces incluso nos hace reflexionar sobre determinados aspectos que a lo mejor en nuestra lectura no hemos reparado. Las opiniones fueron diversas, pero el libro o te gustaba o no, no había término medio.

La faja que envuelve al libro nos da la primera pista de lo que nos encontraremos en su lectura y es una auténtica provocación “Dios es cruel”. Este memoir da cuenta de la rebelión inevitable y al mismo tiempo inútil de su autor, Shalom Auslander, un neoyorquino educado en la ortodoxia judía de la que se desvió e intenta llevar una vida laica. Pero el autor sigue creyendo y temiendo a Dios de una manera “agobiante, incurable y miserable”. Su mujer está embarazada, es un niño y según sus temores esto es muy propio de su Dios porque le vuelven a aparecer todos los fantasmas de su infancia y juventud que creía haber superado.



Como reza en el enlace al libro en la editorial Blackie Books, los miembros de Tres con libros que no se hayan reído del sufrimiento del autor, diríjanse a la editorial que le devuelven el dinero. “Pero, si sólo se ríe y no padece y se maravilla y empieza a temer un castigo desproporcionado a su complicidad en la lectura de esta blasfemia, le recomendamos que vuelva a comprarla como se compra a veces, ingenuamente, el perdón”.



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Impresiones de Leonardo Faiersztein



El tema de “lo judío” nos confronta siempre con varias confusiones y prejuicios. ¿Se puede ser judío sin ser religioso? Uno asocia inevitablemente al judío con aquel personaje oscuro, vestido con una pesada gabardina negra, sombrero, dos tirabuzones de pelo (peyots) cayendo sobre sus orejas, tosco y acompañado de una mujer con largas faldas y peluca, desprovistos ambos de todo aire vital y dándose chocazos frente al Muro de las Lamentaciones.

¿Es esto ser judío? ¿Cuál es la opción? ¿Ser ortodoxo o asimilarse?

Esta es una de las grandes cuestiones del judaísmo contemporáneo y también uno de los temas que recurrentemente aparecen en el libro. Nuestro protagonista lucha todo el tiempo para resolver esta cuestión. Fue formado en la ortodoxia más fanática cuando ni su propia familia pertenecía a ella.

El libro nos muestra esta escala de diversas ortodoxias: La ultra (las escuelas rabínicas a las que asistía Shalom), la conservadora (la que profesaban sus padres) y la reformista (aquella de Leah, la primera novia del protagonista) pero también nos muestra otra manera de vivir el judaísmo, la de Orly, mujer de Shalom, una manera tradicional, laica, no religiosa de ser judío.

Es aquí donde surge el primer conflicto del libro y creo que uno de los más importantes para el judaísmo actual: ¿asimilarse o ser ortodoxo? El autor recuerda, a través de Anna Frank, cómo millones de judíos que vivían en Alemania en la década de los 40, que ya ni sabían que eran judíos y que participaban en la política, el ejército, y la cultura alemana fueron, de la noche a la mañana, desposeídos de su condición de alemanes para ser considerados no-ciudadanos del Reich. Aquellos que habían renunciado por años a su religión y se habían asimilado al país en el que vivían aportando su conocimiento, su riqueza y su cultura, fueron aniquilados a causa de una identidad a la que habían renunciado.

El tema de la expulsión es un eje siempre presente dentro de la cultura judía ya que tienen el triste record de ser el pueblo más expulsado y más demonizado por otras culturas. No hay siglo en la historia que no contenga episodios de expulsión, destrucción y deportación de judíos. Como aquel dicho: “en el siglo XX era: ¡los judíos a Palestina! y en el XXI, ¡Los judíos fuera de Palestina!”

Todos estos conflictos refuerzan una necesidad de extremar posturas y surge un fuerte rebrote de la ortodoxia judía (a veces mezclada con fanatismo) como posible defensa ante otra posible aniquilación.

Esto es lo que plantea Shalom con un sutil humor. Su lucha entre los preceptos religiosos del Talmud, vivir como un goy (o sea, como un gentil, como no-judío), asimilado a su país y borrando toda huella identitaria, o mantener las tradiciones (por ejemplo, en este caso, la circuncisión de su hijo) que le unen a una identidad cultural sin ser necesariamente religioso.

El estilo que sigue el autor es una antigua tradición en la literatura judía contemporánea, desde los diálogos continuos con Dios, al estilo de Shalom Aleijem, hasta las divagaciones judeo-eróticas de Phillip Roth.

Casi sobre el final del libro, Shalom hace una pregunta: ¿qué es lo que une a toda esta gente? De esa manera re-centra el conflicto y lo vuelve a situar alrededor de qué es la identidad judía, qué peso tienen la tradición, la cultura judía y la religión dentro de cada uno.

Quizás tengamos que concluir, al estilo talmúdico, que "hay tantos judaísmos como judíos hay en el mundo.”





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