miércoles, 2 de febrero de 2011

Un juego de espejos

Si es cierto que Igor Štiks es un escritor bosnio de expresión croata, lo cual influye decisivamente en qué y sobre qué escribe, no es menos cierto también que todo escritor es un lector y esas lecturas lo conforman como persona tanto como el lugar de su nacimiento: somos lo que leemos. La biografía de Štiks lo describe como un viajero y estudiante en distintas capitales europeas, es normal que su bagaje cultural sea amplio y no distinga fronteras en el concepto de cultura europea. Lo demuestra varias veces rehaciendo, en mercadillos y bibliotecas de Sarajevo, el canon de clásicos que va de la gran novela rusa a la filosofía griega, sin olvidar los poetas ingleses, los novelistas españoles o los autores franceses.


Su novela es la historia de Sarajevo, pero recreada, como en un juego de espejos, a través de clásicos de la literatura que van sirviendo de soporte a la historia del protagonista. Como dato curioso, todos los protagonistas leen y están ligados a los libros de alguna manera: Richard los escribe, su madre escribe el cuaderno que desencadena la acción, Alma y sus amigos los representan, Simón los estudió como Juez... la última vuelta de tuerca es la figura de Ivor que pasa de traductor de las obras de Richard a ser el depositario y editor de lo que constituye la novela: No puede ser más clara la referencia cervantina.


Aunque quizá la referencia más global sea el propio género clásico de la tragedia griega: Edipo (Richard) que empujado por el ansia de conocer su origen investiga y pregunta al adivino Tiresias (Simón) aquello que no puede evitar conocer, aunque le lleve la destrucción: quién es su padre (Jakob Sneider) y quién es la mujer con la que concibe a su hijo, Yocasta (Alma). El pasaje crucial en el que se dirige a conocer su origen, la anagnórisis de la tragedia clásica está magistralmente narrado, aludiendo a otro famoso reconocimiento de la literatura griega, cuando Richard/Ulises se encuentra con Jakob/Laertes. (El término anagnórisis fue utilizado por primera vez por Aristóteles en su Poética. Aunque es un recurso frecuente en muchos géneros, Aristóteles la describió en relación con la tragedia clásica , con la que está asociada de modo especial. De acuerdo con Aristóteles, el momento ideal para la anagnórisis trágica es la peripetia o giro de la fortuna: en un momento crucial, todo se le revela y hace claro al protagonista, con efectos casi siempre demoledores.)


Destiny is the most powerful coincidence of all repite Alma aludiendo a la película de Schlömdorff sobre Homo faber, pero también nombrando el motor de las tragedias clásicas: el fatum, el hado, el destino que los dioses manejan y que los hombres deben sufrir sin poder cambiarlo. La referencia al libro de Frisch parece abrir una puerta al libre albedrío, ya que el título procede de la frase Homo faber suae quisque fortunae (cada persona es el artífice de su propio destino) que usó Appius Claudius Caecus en su obra Sententiæ para referirse a la capacidad de los seres humanos de controlar su destino y su entorno (ignoro por qué el autor parece atribuirla a Giordano Bruno, quizás más tarde el autor renacentista la usara). Pero, aunque varias veces se le ofrece a Richard la oportunidad de descubrir quién es su padre por las pistas de Simón y el propio argumento de la obra de teatro que presagia la incestuosa relación de los protagonistas, éste la rechaza dirigiéndose a su destino fatal.


No menos importante es la cita del poema de Kavafis La ciudad: el protagonista, parece que anunciando su propio suicidio, ve como imposible rehacer su vida tras haberla destruido en Sarajevo. La tragedia de su relación con Alma, su terca resistencia a ver la verdad, le impiden continuar una nueva vida en Viena. El lector puede pensar que, en este juego de espejos que repiten (como diría Borges) la trama hasta el infinito, ya su fracaso como escritor y marido en París anunciaba que recuperar su vida en Viena o Sarajevo era imposible. Sarajevo en guerra, una ciudad que sus propios habitantes ven a través de los ojos de Lawrence Durrell o Zbigniew Herbert.

1 comentario:

Olga dijo...

Como bien dice esta entrada, en el libro se ven juego de espejos. Las referencias literarias son contínuas. Una de las partes que más me ha gustado es cuando hace la descripción de la ciudad asediada y utiliza las poesías de Kavafis y Durrell.
En la página 183 comienza el paseo de Alma y Richard por el mercadillo de Markale, esa parte es maravillosa.

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