
Chistes para milicianos, del escritor libanés Mazen Maarouf,
se inscribe en el grupo de obras referenciadas en un trasfondo bélico,
resultado de la transformación de las experiencias vividas por el autor en
material artístico. Recordamos en este sentido otros títulos compartidos en
nuestro club de lectura, como la novela gráfica Yogur con mermelada, de la también libanesa Lena Merhej, que guarda
ciertas similitudes con Chistes…, en
cuanto a la perspectiva infantil como foco en muchos de los relatos que
componen la obra.
A través de sus catorce narraciones, el autor logra
transmitir las consecuencias y horrores de la guerra, incomprensibles para el
ser humano individual, desde distintos ángulos de visión. El resultado es
asombroso, entre otros motivos, debido a la recurrencia de elementos en el
conjunto de los relatos.
Las consecuencias de la guerra constituyen de forma
natural el paisaje cotidiano en el que se desenvuelve el personaje narrador,
generalmente un niño, que narra su propia historia o los avatares de otro
personaje. En ocasiones este vive atrapado en su mundo interior de demencia, o ejecuta
actos con una naturalidad que en otros contextos hubieran resultado
improbables. En todos los relatos existen personajes con anomalías, físicas o
mentales, resultados de los conflictos armados. Lo absurdo, lo onírico, el
humor negro, son también elementos recurrentes en las narraciones,
desarrolladas siempre en espacios urbanos deslocalizados geográficamente,
recurso que apunta a la universalidad de la obra, si bien el lector no escapa a
la circunstancia biográfica del autor libanés, que al no poder regresar a su
país ha fijado su residencia en Islandia. Precisamente, la conversación que
sostuvo Olga con el autor mediante videoconferencia durante la sesión del club
de lectura, puso en evidencia la estrecha relación entre obra y biografía y
hasta qué punto las experiencias personales llegan a transferirse a un texto de
ficción como en el caso de Chistes…
Los asuntos y argumentos de los relatos están directamente tomados bien de sus
propias vivencias, bien de sucesos sufridos por conocidos suyos. En suma, como
el autor afirmó, se trata de traumas transformados en historias, historias
narradas por niños, incapaces de diferenciar lo real de lo imaginario.
De este modo Maarouf nos muestra la crueldad, la
deshumanización de la que es capaz el ser humano en condiciones extremas como
consecuencia de la guerra. En estos relatos, la lógica del mundo tal como lo
entendemos aparece trastocada, al igual que los valores morales y éticos
significativos en nuestra manera de entender la vida. De ahí el recurso a la
narración de situaciones ilógicas e incluso oníricas, de corte surrealista. En
los relatos se fuerzan los límites de la lógica, rota por la guerra. Y el
resultado es un mundo posible cuyos elementos, aunque tomados inicialmente de los que pueblan el nuestro, aparecen
subvertidos, así como los valores que encarnan los personajes, degradados no
solo física, sino también moralmente.
Se hicieron notar en algunos cuentos similitudes o
ecos de otros narradores como Kafka, Poe, Gogol, Quiroga, Cortázar e incluso
Cervantes. Pero de existir estas influencias no mostrarían más que la capacidad
del autor para asimilar lecturas de otros maestros sin que por ello mengüe la
originalidad de la obra. Una obra, por otra parte, de fácil y amena lectura,
tanto por su singularidad como por el lenguaje en que está escrita, accesible a
cualquier lector.
Nuestra compañera Ana puso la nota de color en forma
de palomitas, que íbamos probando mientras comentábamos el libro. Y como remate
habitual, Fidel Pernía volvió a deleitarnos con un pan elaborado especialmente
para la ocasión e inspirado en los complejos contenidos de la obra. Una combinación
equilibrada y potente de sabores contrapuestos pero agradables al paladar:
chocolate, arándanos y guindas, connotaciones del universo infantil, inocente y
armónico, junto con un toque de chile y whisky, representativo aquí de un mundo
adulto desquiciado por la guerra, que rompe la inocencia y la transforma.
Federico Ruiz Rubio, miembro de Tres con Libros.
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