lunes, 28 de enero de 2019

Resumen de la sesión 'El castigo' de Tahar Ben Jelloun


UNA COMPLEJA RECONSTRUCCIÓN DEL PASADO

Nuestra primera lectura del año, El castigo, es obra de un autor recurrente en nuestro club. Obras como El retorno, El último amigo y La primavera árabe fueron objeto de debate en temporadas anteriores. Hemos contado de nuevo con su presencia en un acto donde el escritor, en conversación con Lorenzo Silva, desgranó algunas claves para la interpretación de su novela.

En esta autobiografía literaria, Ben Jelloun narra su atroz experiencia  de juventud en un  campo militar marroquí, junto casi un centenar de estudiantes, donde tuvo que permanecer confinado durante poco más de año y medio, como represalia del régimen autoritario de Hassam II por haber participado en unas jornadas de protesta estudiantil.
Corría el año 1965, y cinco décadas después de aquellos sucesos, el autor decide comunicar sus vivencias. Mediante la reelaboración a que somete la memoria los acontecimientos de nuestra vida, se atenúa el dolor y del sufrimiento, y a través de la expresión artística, en este caso la literatura, podemos alumbrar un nuevo relato de nuestra biografía, que dé razón de la vida y que busque una justificación ante el sufrimiento. Y este es el ejercicio, desde la distancia, que lleva a cabo Ben Jelloum. No es posible de otro modo. El horror de las vivencias en el campamento militar, mediante la combinación de tiempo, memoria y palabra, se convierte en una narración directa, de escalofriante objetividad. Los sucesos ocurridos en el campo militar, desde los más nimios a los más espantosos, se yuxtaponen en una estructura temporal lineal, a modo de relato “en sarta”, tan característico de la narrativa árabe, en este caso apoyada en un lenguaje sencillo y directo, como crónica periodista. No se trata, por tanto, de un libro de odio o venganza, sino de una crónica de los sucesos vividos.

Como el personaje de la novela de Viktor Frankl, El hombre en busca de sentido, el narrador de El castigoreivindica la dignidad y la libertad interior como valores de sentido en los que hay que instalarse en los momentos más duros, tarea harto dificultosa en circunstancias en que precisamente lo que se persigue es la aniquilación y destrucción de lo que nos humaniza. De ese modo el personaje se aferra a lecturas que vendrán a arrojar luz sobre la existencia. De Nietzsche toma la idea, expresada por Zaratustra, de que “los pensamientos que se acercan con pasos de paloma” son los que gobiernan el mundo; pensamientos tal vez inducidos, inspirados, en las lecturas del Ulises de Joyce, obra de introspección que navega, precisamente, en las profundidades de la consciencia. El joven reivindica así  “el esfuerzo de las cosas por perseverar en su ser”, reflexión de Spinoza que el personaje convierte en su máxima: su propio ser como depositario de los reductos de dignidad que la atrocidad y la barbarie no podrán destruir.

Como escribir está terminantemente prohibido en el campamento, el personaje toma notas, compone poemas, en los papeles que encuentra y los oculta en los bolsillos de la chaqueta que obligatoriamente deben ir cosidos. Van a ser sus inicios como escritor. Este modo precario de iniciar obras literarias goza de tradición en nuestras letras, Cervantes con suQuijotey, modernamente, Luis Goytisolo con su tetralogía Antagonía, comenzaron a escribir en la cárcel, según nos cuentan los propios autores.
La obra también responde a la pregunta de para qué sirve la lectura, de qué nos vale la cultura. Es precisamente el bagaje cultural del personaje, unido a su predisposición vital y a su sólida vida afectiva, la tabla de salvación a la que va a aferrarse en los momentos más duros de su experiencia: literatura, jazz, cine, junto con el apoyo afectivo de su entorno social y familiar y su deseo de escribir, de convertirse en escritor.

Y como es habitual en las sesiones de lectura de nuestro club, mientras tratábamos de asuntos relacionados con la obra, tales como la oportunidad o no de un servicio militar obligatorio, tema sobre el que Ben Jelloun dio su opinión en la presentación del libro, o de si no resultaba incoherente que el autor no fuera en la actualidad crítico con el régimen monárquico marroquí, disfrutamos del pan de Fidel Pernía, inspirado en esta ocasión en las revueltas de la primavera árabe: una deliciosa elaboración a base de flores de rosas, jazmín, hibisco, vainilla, miel y agua de azahar. Perfecto remate para una tarde rica en intercambio de experiencias lectoras.

Federico Ruiz Rubio. Miembro de Tres con Libros


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