Hoy es el día mundial de la poesía, para celebrarlo Tres con libros os descubre a dos poetas. Tenemos en el club de lectura una cita pendiente con la poesía, a pesar de que hemos leído novelas de grandes poetas como Abdellatif Laâbi, Salwa Al-Neimi, Carlos Zanón o Hubert Haddad. La primera poeta es Maram al Massri (Lataquia, Siria) que el gran poeta árabe Adonis describe su poesía como "una escritura como si surgiera antes que el arte, como si fuera un mero informe o un proyecto, como si la escritura fuera una cuestión orgánica y no técnica. Lo traduce con la pasión de un estilo cotidiano, sencillo, cálido, incontenible, que a punto está de chocar con su cuerpo, pero que casi se detiene al borde del lenguaje".
Cereza roja sobre losas blancas (Lancelot), disponible en la biblioteca de Tres Culturas. |
Qué estupidez
al mínimo roce,
mi corazón se abre.
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Me abrasa el deseo
y brillan mis ojos.
Guardo la moral en el primer cajón que encuentro,
Me visto de demonio,
y vendo los ojos de mis ángeles
por un
beso.
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Ella le pidió
un sueño,
y él le regaló una realidad.
A partir de ese día
lo perdió
para siempre.
Ahora le toca el turno a Carlos Zanón (Barcelona, España) que recientemente ha publicado su primera antología poética Yo vivía aquí (1989-2012): poemas, agujeros y armisticios (Playa de Ákaba). Reúne poemas desde su primer libro El sabor de tu boca borracha (1989) hasta el último Tictac Tictac (2010) así como de varios inéditos.
Yo vivía aquí (1989-2012): poemas, agujeros y armisticios (Playa de Ákaba) |
Jerusalén
Un gato armenio, apenas me oye,
aparece desde los callejones,
para decirme que el Rey David no existió
y que tú ya no me amas.
Le creí –como yo- hambriento de noticias tuyas,
de saber de ti, conocer si aún seguíamos separados
en el dédalo cobarde en el que un día nos perdimos
para evitar matanzas, noches de inocentes
y minutas de abogados.
Por saber qué fue de todo aquello, ya sabes,
lo que sentíamos dentro y no sabíamos explicar,
lo que prometíamos y decíamos hace mil años,
el ansia con el que nos robábamos,
al primer descuido,
los besos, la vida y la ropa.
El gato tiene sucio el hocico, lustroso el lomo gris
y se deja acariciar como también haces tú
pero tiene el alma gitana como yo,
de Faraón de los Autochoques,
aquellos que prometen más de lo que quieren dar.
Se enreda el gato armenio en la electricidad
de mis piernas como hiciste un día tú,
sólo para recordarme cuánto te quise
y qué pena da el amor que, de repente,
en un callejón, nadie se atreve a matarlo
a la luz de un cuchillo y un adiós.
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